lunes, 17 de noviembre de 2014

DIECISEIS ESBOZOS DE MI MISMO. Bernard Shaw



Bernard Shaw, nació en Dublín el 26 de Julio de 1856 de una familia pobre y protestante. No solo fue un célebre dramaturgo, sino también escritor satírico y crítico. Comenzó su carrera literaria en Londres y se involucró en la política a pasos agigantados. Él siempre buscó la transformación de la sociedad a través de métodos no revolucionarios y fue un activo defensor del socialismo además de un brillante orador. En 1925 recibió el Premio Nobel de Literatura. Algunas de sus obras más destacadas son: Pigmalión, El perfecto wagneriano o Santa Juana entre otras.
Todo lo que sabemos de la vida del escritor ha sido de la mano de sus biógrafos y de todos aquellos que le conocían bien. Él  único testimonio que tenemos de Bernard es precisamente en Dieciséis esbozos de uno mismo, escrita en 1949, crónica de los acontecimientos públicos y privados que vivió el dramaturgo irlandés.
Fue precisamente su padre, George Carr Shaw, quien escribió su biografía. Hizo un diario sobre su vida, fechado y datado.  Tiene 16 partes que cuentan pequeños fragmentos de su vida. Bernard Shaw argumenta que él no escribió su autobiografía porque no creía que tuviera nada interesante que contar. Se define a él mismo como predecible. Lo único que le pide indirectamente al lector es que nos leamos sus libros y obras de teatro como mejor recurso para conocer su vida. “Conocer a alguien no es leer su autobiografía. Hay escritores tan profundos que simplemente con leer sus obras, les puedes llegar a conocer como la palma de su mano” son las palabras con las que llega al lector de esta obra.
Advierte al joven lector que es tan peligroso saber demasiado como saber demasiado poco, ser muy bueno como ser muy malo, y que la seguridad ante todo consiste en saber, creer y hacer lo que todos saben, creen y hacen. Es la única manera de ayudarles a que se comporten mejor.
Durante la obra nos desvela un secreto guardado durante ochenta años. El autor nos cuenta cómo en el colegio en el que estudió solo había un método de enseñanza: en lugar de que el alumno preguntara y el profesor respondiera o explicara, era el profesor quien formulaba las preguntas. Si respondía mal el castigo corporal era cruel, pero lo tenían como único modo efectivo de enseñanza. El autor fue sacado de la escuela e introducido en una de dibujo más sofisticada. 
Su gran secreto era que solo creía en la belleza y en el refinamiento y tenía cierto desapego hacia los pobres y malvestidos. Nos cuenta como  siente vergüenza hacia esos años:” Si bien durante ochenta años no pude obligarme a mencionar el episodio de la calle Marlborough, ahora que he quebrado el hábito del silencio avergonzado y que me he aclarado no solo el pecho de su carga, sino también el cerebro, estoy completamente curado. No queda ni un solo vestigio de mi vergüenza juvenil. No persiste ya como un complejo sino como una costumbre desarraigada sin la menor dificultad”.
El escritor tuvo un gran ímpetu dialéctico e incluso se le ha llegado a considerar de la categoría del propio Shakespeare.

No hay comentarios:

Publicar un comentario