lunes, 14 de julio de 2014

ENSAYO SOBRE LA LIBERTAD. Suart Mill. Fontana



Ensayo sobre la libertad de John Stuart Mill

En este ensayo, el objetivo del filósofo y economista inglés John Stuart Mill, es explícitamente el de establecer la naturaleza y los límites del poder que puede ser ejercido legítimamente por la sociedad sobre el individuo. 

Para Stuart Mill, los hombres en las naciones habían pasado de buscar limitar el poder de sus gobernantes a convertirlos en defensores y delegados de la voluntad de la nación; sin embargo, esto no implicaba un olvido total del límite que se le había de exigir tanto a los gobiernos (incluida la llamada “tiranía de la mayoría”) como a la sociedad entera respecto a los individuos. Mill establece que existen ciertos derechos humanos inalienables y uno de ellos es la libertad; nadie tiene derecho a turbar la libertad de acción del hombre, salvo en casos especiales de defensa propia o para impedir que un miembro de la comunidad dañe a otros.

El hombre es independiente y soberano sobre su cuerpo y su espíritu (excepto los menores de edad y la gente que padece sus facultades mentales). Sólo se le puede obligar a actuar cuando es en beneficio de los demás y en caso de no cumplir podrá ser castigado. Es responsable, ante los individuos y ante la sociedad, si hace el mal; pero también lo es si pudiendo evitarlo, no lo hace.

Mill enuncia las principales libertades del hombre que, al no implicar a terceros, no le conciernen a la sociedad sino solamente al individuo. Estas libertades son: de conciencia, de pensar y sentir, de opiniones y sentimientos, de expresar y publicar opiniones, de gustos e inclinaciones, de organizar la propia vida, de hacer lo que plazca (aceptando las consecuencias) y de asociación con cualquier fin (mientras no sea con engaño y sean mayores de edad los asociados). Una sociedad no será realmente libre si estas libertades no son respetadas en forma absoluta. Stuart Mill hace aquí una de las observaciones más importantes sobre el mundo: existe en él una tendencia a aumentar la fuerza de la sociedad y reducir la del individuo.

Defiende la libertad de opinión y de pensamiento. Ni el pueblo por sí mismo ni su gobierno tienen derecho a coaccionar la opinión, sea ésta falsa o verdadera; el único deber del gobierno es formar formas de pensar que se ajusten a la verdad. Mill considera que las penas legales que restringen la libertad de expresión han disminuido, pero en cambio han dado lugar a estigmas sociales, los cuales resultan igualmente útiles y no son sino retazos y restos de las persecuciones, principalmente religiosas que atravesó Europa.

Stuart Mill enuncia cuatro motivos principales por los cuales se debe defender la libertad de expresión: 1) Condenar al silencio una opinión que puede ser verdadera, supondría considerarnos infalibles y poseedores de la certeza absoluta, lo cual no es posible. 2) Una opinión equivocada puede contener algo de verdad, la cual sólo puede ser conocida totalmente por el contraste. 3) Una opinión verdadera que se sigue discutiendo no se convierte en prejuicio sino que se mantiene vigorosa y se comprenden sus fundamentos. 4) Al dejar de discutir una opinión se puede perder su sentido profundo y su efecto vital sobre el carácter.

Posteriormente, Mill se refiere a la importancia de la individualidad. La libertad del individuo sólo puede ser limitada en los casos en los que afecte a sus semejantes y la individualidad debe afirmarse en todos los asuntos que no atañen a los demás. La personalidad y la diversidad de caracteres debe ser desarrollados ya que vuelve más valiosa y plena la vida, tanto individual como colectivamente. Mill considera como una tendencia general en el mundo el hacer de la mediocridad la potencia dominante entre las personas. Sugiere un menosprecio a las costumbres tradicionales al considerar que su aceptación ciega implica un abandono de ciertas facultades como el juicio o el discernimiento y propone que partir de ese rechazo se creen mejores modos de obrar y costumbres más dignas. Esto a pesar de que la orientación de la opinión pública se dirige hacia la intolerancia de toda forma de individualidad.

Retomando a Guillermo de Humboldt, enuncia las dos condiciones necesarias para el desarrollo humano y, por tanto, de la individualidad: 1) La libertad. 2) Variedad de situaciones. Las tendencias a leer, escuchar y ver lo mismo; tener las mismas esperanzas, derechos y libertades; una expansión de la educación y el progreso de los medios de comunicación y el Estado, entro otros factores, terminan por establecerse como enemigos de la individualidad. El riesgo está en que la humanidad sea incapaz de comprenderla al perder el hábito de verla.

Para Mill, no existe un contrato social y tampoco las llamadas obligaciones sociales que se desprenden de él; sin embargo, lo que sí existe es una protección que brinda la sociedad al individuo y éste tiene que responder a ella de dos formas: 1) No perjudicando los intereses y derechos del prójimo. 2) Tomando pararte en los trabajos y sacrificios para defender a la sociedad y sus miembros. La sociedad tiene el derecho de imponer estas obligaciones así como de castigar cuando no se cumplen; incluso a veces puede censurar y castigar con la opinión, pero su poder no debe ir más allá en lo que no le incumbe. Puede y debe sugerir cosas para el actuar y la educación de sus miembros con el fin de evitar futuros problemas, pero debe darle preeminencia a la libertad individual y la responsabilidad que ella misma tiene sobre sus actos. Uno de los mayores peligros de la intervención pública en la conducta personal es que lo hace sin medida y fuera de contexto. Y este tipo de intervención, para Mill, se ha convertido en una tendencia universal.

Mill retoma de nuevo las dos máximas principales de su ensayo: El primero: la persona no tiene derecho a rendir cuentas a nadie mientras no afecte los intereses del otro; el segundo: el consejo, la instrucción, la persuasión y el aislamiento social son los únicos medios legítimos que tiene  la sociedad sobre el actuar individual. El gobierno debe evitar el crimen antes de que se cometa y sólo en casos excepcionales podrá ejercer un uso legítimo de la violencia para evitar un mal no deseado. Pero sus atribuciones serán tan pocas que ni siquiera deberá imponer restricciones en el comercio, dejando este campo al libre intercambio. De la misma forma el Estado tendrá la menor participación posible dentro de la industria, dejándosela a particulares. Cuando sea necesario, impondrá impuestos como medio de restricción al consumo y los efectos de ciertos artículos, pero habrá de tomar en cuenta cuáles son los artículos más prescindibles en una sociedad. 

En cuestión de educación, Mill hace algunas observaciones importantes. Considera que el gobierno debe agotar las posibilidades de educar a las clases obreras y gobernarlas como si fuesen clases libres. Pero deberá exigir e imponer cierta educación a la totalidad de sus ciudadanos, limitándose a ayudar económicamente a quienes no dispongan de los medios necesarios para dar esa educación a sus hijos. Esta educación la podrán recibir donde y con quienes les plazca, pues el Estado no deberá tener el control de ella ni el poder de impartirla. Cualquier esfuerzo del Estado por influir en la educación y el pensar de sus ciudadanos es particularmente nocivo.

Finalmente, Mill recalca que ni siquiera en esos ámbitos en los que el Estado puede intervenir sin violar la libertad de los individuos es deseable su participación. Argumenta las siguientes razones: 1) Hay cosas que el individuo puede hacer mejor. 2) Es preferible que, aunque el gobierno puede ser más eficaz, las cosas las hagan los individuos, ya que incrementa su independencia, experiencia y conocimiento. 3) Es peligroso incrementar innecesariamente el poder del gobierno. Las burocracias adquieren tantas facultades que todo queda en sus manos. La verdadera obligación del Estado es estimular la actividad de sus ciudadanos y no hacer todo por ellas, pues a final de cuentas, como dice Stuart Mill: “El valor de un Estado, a la larga, es el valor  de los individuos que lo constituyen”[1].

Stuart Mill toca muchos aspectos de suma importancia en el México actual, aspectos todos largos de abordar. Me enfoco en uno de ellos, relacionado con la libertad de actuar y el poder sobre sí que tiene un individuo. Se puede hacer un análisis interesante sobre el tema en nuestro país, sobre todo tomando en cuenta la “guerra contra el narcotráfico” y la reciente aprobación de la marihuana recreativa en algunos estados de EEUU. ¿Hasta qué punto el individuo tiene la responsabilidad en el consumo de drogas y el Estado el derecho de impedirlo? ¿Es realmente un asunto de salud pública o sólo se argumenta esto con el fin de tener más controles sobre los ciudadanos? Tal vez una posible respuesta y solución a este problema esté, como muchos han dicho, en la educación. ¿Son educados los individuos para realmente ser libres y tener el control total de sus decisiones así como asumir responsabilidades? Habría que analizar entonces la educación que recibimos, si ha funcionado, por qué sí y por qué no; ¿realmente tiene el objetivo de educar a los ciudadanos para ser libres y responsables o, como argumenta Mill, el resultado de la intervención y el control del Estado sobre ésta no ha sido sino nocivo? ¿Habría entonces qué quitarle, en el México actual, el control de la educación al Estado y transferirlo a los individuos para que cada cual decida qué educación quiere recibir? Me resulta interesante la opinión de Mill en un contexto en donde algunos sectores defienden a ultranza, aunque ya planteado desde tiempos de Aristóteles, la educación pública. Tal vez sería bueno y útil poner en práctica este punto en Mill, pues a final de cuentas él no exige que el Estado se desentienda del tema, sino todo lo contrario pues el Estado deberá exigir y apoyar la educación sus ciudadanos. Es probable que un cambio en la educación de estos repercuta en la forma en que se gobiernen a sí mismos, en que conozcan sus libertades y deberes y sean capaces de exigir y limitar el poder que el Estado quiera imponer sobre ellos. Me quedo, sin embargo, con más preguntas que respuestas.

Bibliografía:
Stuart Mill, John, Ensayo sobre la libertad, Barcelona, Ediciones Brontes, 2011, 125 pp.

Tomado de: http://javiersanchezcarbajal.blogspot.com/2012/11/ensayo-sobre-la-libertad-de-john-stuart.html

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