jueves, 16 de enero de 2014

MUJERES PERUANAS AL OTRO LADO DE LA HISTORIA. Sara Beatriz Guardia



Historia de las mujeres en el Perú
Sara Beatriz Guardia
Androcéntrica y patriarcal
En este dossier elaborado especialmente para la Revista Labrys, presentamos a través de una visión colectiva varios aspectos y períodos de la historia del Perú en los cuales las mujeres aparecen como sujetos y actores sociales e históricos. Sin embargo, hasta el siglo XIX, las mujeres que aparecen en el discurso histórico son excepcionales por su belleza, virtudes o heroísmo, las demás no existen en una historia fundada en personajes de la elite, batallas y tratados políticos. Una historia que refleja la visión, pensamientos y manifestaciones de quienes la han escrito, todos hombres en su mayoría de clases y pueblos dominantes que se erigieron según el modelo androcéntrico, en el centro del poder ejercido en el espacio público y en un tiempo cronológico. En consecuencia, el único capaz de gobernar y dictar leyes, mientras las mujeres ocupan un lugar secundario, en el espacio privado y alejadas de los grandes acontecimientos de la historia.
Conocer ese otro lado de la historia, ese conocimiento surgido desde la otra orilla, y desde otro saber, es el objetivo de la historia de las mujeres. Solo entonces será posible analizar las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, valorar sus experiencias y actividades, explorar las representaciones que las cubren, y encontrar su verdadero rostro. Tarea nada fácil si se tiene en cuenta la limitación de las fuentes, en su mayoría diversas, complejas y difíciles de predecir. Pero que duda cabe que la creciente importancia que ha cobrado la historia social, se debe, entre otros factores, al estudio de grupos anónimos -cómo las mujeres- que a pesar de no haber figurado en la historia oficial constituyen un factor fundamental para una mejor comprensión de los procesos sociales y económicos. La investigación de la historia de las mujeres, tiende pues a cuestionar la imagen estereotipada de su pasividad en la sociedad, dando paso a su papel como realizadoras, o si se quiere, como personas que actúan y cuyo accionar contribuyó - y contribuye- decididamente en la formación y desarrollo de nuestro país. Significa ubicarla como sujeto de cambio, es decir, como sujeto histórico1. Lo que implica, a su vez, reescribir la historia desde una alternativa contestataria2.  
La intensa movilización social y política en favor de los derechos civiles, la justicia social, la autodeterminación de los pueblos y la independencia política y económica que se produjo en la década de 1960, posibilitó el cambio del discurso de la historiografía tradicional: Edward Thompson, definió por primera vez el concepto de clases en términos de cultura, en cuyo estudio las expresiones literarias y artísticas cobran incluso más relevancia que los datos económicos (Iggers, 2000). Michel Foucault, situó el análisis de la explotación vinculada hasta entonces al control político y económico, a una red de poder que incluye a la familia, la cultura, el conocimiento y la sexualidad. Mientras que Philippe Ariès y George Duby, plantearon una serie de interrogantes respecto de lo privado en una sociedad, los límites entre lo público y lo privado, la familia y sexualidad3. Fueron también importantes: Women in Iberian Expansion Overseas, 1415-1815, de Charles Boxer, y Out of our Past: The forces that Shapped Modern America, de Carl Degler.
La introducción del género como categoría, el desarrollo de la historia social, la historia de las mentalidades, y el auge de la antropología, posibilitaron conocer que la pertenencia a uno u otro sexo configuran diferentes actitudes, creencias y códigos en una sociedad determinada; lo que a su vez confirmó que los estudios de la mujer y de la historia de las mujeres, no se pueden reducir al sexo como sinónimo de sexualidad, sino que éstos deben abarcar a toda la sociedad. De lo contrario, las diferencias físicas legitiman las relaciones de poder existentes, y por tanto el sexismo al igual que el racismo, negándole al “otro” grupo “el derecho a ser diferente sin que se le castigue por ello. En otras palabras, se discrimina a aquellos que real o presumiblemente viven, deben vivir, o quieren vivir de un modo distinto al del grupo que dicta las normas y los valores culturales”4.
Si hasta entonces el rol de las mujeres había estado circunscrito a la lucha por el sufragio y a la igualdad en el trabajo, la nueva historiografía abrió una nueva perspectiva respecto de sus experiencias. Lo cual, como es de suponer, no está exento de retos porque esta nueva manera de abordar la historia, significa la revisión de modelos que han impregnado a todos los grupos sociales, implica analizar los factores diferenciales que afectan a las mujeres, y "por consiguiente, la necesidad de recurrir a las más variadas fuentes para poder captar y reconstruir esa realidad heterogénea"5. Para Jacques Derrida, se trata de reemplazar la lógica tradicional practicada en las ciencias sociales por una nueva manera femenina de abordar el pensamiento crítico. Con lo cual coincide Joan Scott, cuando señala que la historia de las mujeres debe escribirse siguiendo una lógica de investigación diferente a la aplicada en la historiografía tradicional.
En esa perspectiva, la reconstrucción del pasado femenino supone un cambio de paradigma6, reformular las categorías del análisis histórico7, con nuevos modelos interpretativos. En buena cuenta, asumir la historia social desde una dimensión que considere que las relaciones entre los sexos son construcciones sociales, y que por lo tanto las relaciones desiguales entre hombres y mujeres son producto de ciertos mecanismos que expresan las contradicciones inherentes a toda formación social8, cuyo estudio guarda relación con otros que analizan las relaciones entre grupos sociales.
La historia de las mujeres se presenta así como un elemento transformador de las mismas mujeres; el hecho de saber que tiene una historia propia se convierte en un elemento transformador de la conciencia femenina y constituye un paso decisivo para su emancipación. Porque una nueva historia significa cambiar todo un andamiaje de ideas y creencias, y transformar las actividades femeninas en experiencias definidas y trascendentes. No es muy difícil imaginar que entonces sus experiencias y vivencias serán valoradas en el curso del desarrollo de la humanidad, la cultura y la civilización. 

Tomado de: http://www.tanianavarroswain.com.br/labrys/labrys11/peru/APRESENTACAO.htm

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