"Uno de los libros más importantes del año pasado, apenas se advirtió. Se trata de Desde el país de las sombras, Escrito en la prisión, de Alberto Gálvez Olaechea (SUR, Casa de Estudios del Socialismo, 2009). En medio de tanta bulla por la pertinencia del Museo de la Memoria Gálvez realiza un balance crítico de una parte (importante) de la historia de la izquierda peruana. Que yo sepa, no existe alguna otra mirada crítica a casi 50 años de nueva izquierda en el Perú (lo más cercano podría ser la carta de despedida de Alberto Flores Galindo, pero esta se encuentra lejana al libro de Gálvez). No hay dimensiones ni recreaciones heroicas en Gálvez, sino más bien una crítica haciendo eco a lo que Sartre llamaba el voluntarismo ideológico, la práctica terrorista de hacer que la realidad se adapte a lo que uno quiere y no partir de la realidad para regresar a ella.
(Que yo sepa, tampoco ningún dirigente de izquierda de la generación del 68 o del 70 ha respondido a la crítica de Gálvez).
El punto de partida de Gálvez es uno que ya se sabe: Los jóvenes de los setentas creían que la revolución estaba a la vuelta de la esquina y que el poder era como el fuego de los dioses. Había que convertirse un poco en Prometeo para alcanzarlo y luego llevar la luz a las poblaciones que vivían en las oscuridades. Sin embargo, como lo advierte Gálvez, hubo no uno, sino varios equívocos gravísimos con consecuencias trágicas. Varias de ellas investigadas por la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
La segunda parte del libro está dedicada a los héroes de Gálvez. No hay guerrilleros románticos que viajan de pueblo en pueblo y que han muerto en lejanos lugares (y que luego aparecerán en camisetas por todo el mundo); se trata más bien de aquellos que (sobre-)viven o nos han dejado reciéntemente: la familia del hermano de Gálvez que cuida del hijo, de Hubert Lanssiers, de Constantino Carvallo, etc.
La última parte es sobre las cárceles y sobre la idea de seguridad. ¿Son las cárceles hechas para cuidar el alma de los presos y recuperarlos para la sociedad? ¿O son más bien lugares para sentirnos protegidos los que estamos fuera? Con el pretexto de la seguridad, vemos como a menudo se tiran abajo uno y otro derecho ciudadano. Nos sentimos más seguros pero cada vez menos libres, ciudadanos (ver la crítica a los escaneos corporales en los aeropuertos). Además, en un mundo “amenazado por el terror”, hay ciudadanos menos ciudadanos. Pregúntenle a los viajeros de “países peligrosos”...."
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