lunes, 1 de diciembre de 2014

INFIERNOS MINIMOS. Jorge Valenzuela. Campo Letrado




El escritor ha publicado Infiernos mínimos, grupo de cuentos en los que los personajes viven o sufren la forma natural en que el mal aparece en sus vidas.
Pedro Escribano
Jorge Valenzuela acaba de publicar Infiernos mínimos (Campo Letrado), una colección de cuentos y microcuentos en los que recrea esas cosas ínfimas de la vida diaria que por más pequeñas que sean no dejan muchas veces de ser motivos de la infelicidad de nuestra existencia.
–¿Acaso es el lado más trágico de las situaciones personales?
El título hace referencia a una imagen general que quiero construir en el libro, que es la infiernalización de la vida cotidiana en circunstancias absolutamente domésticas, prosaicas, cotidianas. Es decir, recreo la forma natural en que el mal se manifiesta en nuestras vidas en todo momento.
–Estos cuentos son explorativos. Hemos leído otros cuentos suyos que son verdaderas inmersiones en la vida interior de sus personajes.
Bueno, si te refieres a que exploran este nuevo universo, sí, pero también están en formatos que antes no había trabajado; por ejemplo, cuentos de misterio, que ahora me están interesando y que si bien están muy ligados a la cultura de masas, me parecen bastante útiles para mostrar la presencia del mal en la vida cotidiana. Con ellos busco, ciertamente, impactar de manera emocional al lector.
–Por eso mismo en su libro hay cuentos muy rápidos, no solo por la brevedad de sus páginas, sino también porque no se quedan en los lectores.
Digamos que al buscar el impacto emocional también buscan inscribirse en la tradición del relato policial, del misterio. En ese sentido, es verdad que por lo menos tres no buscan dejar en el lector un sustrato a partir del cual se pueda reflexionar, prolongar la experiencia estética. Pero hay otros que son más sostenidos, más clásicos, más introspectivos, como “La corbata” o “Juntos”.
–Me parece que “Juntos” es un cuento en el que los personajes y situaciones son de una herencia ribeyriana...
El desencanto, la desilusión y el fracaso personal son constantes en la narrativa de Ribeyro, pero también en gran parte de los escritores peruanos. Lo que sí reconozco es que ese cuento se inscribe en una tradición de relatos en la que el tema amoroso está configurado a partir de la desilusión. No es un tema que yo toco por primera vez en mi narrativa.
–Lo interesante de ese cuento es que los sentimientos, en un matrimonio, terminan siendo las piezas gastadas de una máquina que ya no da más.
Exacto. No hay posibilidad de salvar en una relación prolongada ese sentimiento de extrañeza y fricción. Parece como imposible salvarse y lo peor se manifiesta de manera inexplicable. Uno no sabe lo que está pasando, sino solo conoce las consecuencias.
–Otro rasgo explorativo es la presencia de microrrelatos. ¿Está de moda el microrrelato?
Primero, hay un redescubrimiento del género y un intento de reconstruir, entre nosotros, el microcuento, por ello hay jóvenes críticos que han detectado que muchos integrantes de la generación del 50 iniciaron su práctica narrativa a través del microrrelato. Hay como un redescubrimiento de una tradición sumergida. Segundo, tiene que ver con la necesidad de explorar nuevos campos de investigación. Es cierto también que está en la frontera entre la poesía y el cuento, pues tiene la brevedad y contundencia de un poema y se escapa del registro realista.
–Si bien se toma como redescubrimiento, ¿se debe innovar el género? ¿Hay eso?
Creo que hay una ortodoxia del género marcado por Monterroso y Arreola. Creo que no hay innovación, en todo caso, es un debate.


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