Escribe: Pablo Quintanilla
En la Lima de 1889 nació un niño llamado Pedro Zulen, descendiente de inmigrantes chinos y de criollos pobres con una humilde educación formal. Pedro, que era brillante, ingresó a la Universidad de San Marcos, donde estudió ciencias naturales, matemáticas y filosofía. Con los rasgos característicos del genio (curiosidad por todo, pensamiento claro y preciso, capacidad para distinguir lo profundo de lo trivial), obtuvo una beca de la Fundación Carnegie para estudiar filosofía en la Universidad de Harvard. Zulen fue uno de los pocos peruanos de aquella época que obtuvieron becas para estudiar en el extranjero, otros fueron Pedro Paulet y José Carlos Mariátegui, quienes ganaron sendas becas otorgadas por el Estado peruano para estudiar en Europa. Como es conocido, los tres transformaron la vida intelectual de nuestro país.
Zulen no pudo quedarse mucho tiempo en Harvard, pues sufría de tuberculosis, una enfermedad de pobres que acabaría con su vida en 1925, a los 36 años. Siendo muy joven, sin embargo, publicó dos de los mejores libros de filosofía escritos en el Perú: “La filosofía de lo inexpresable”, en 1920, que es una aguda crítica a Henri Bergson, y “Del neohegelianismo al neorrealismo”, en 1924, una discusión histórica muy bien elaborada de la filosofía hegeliana británica y estadounidense de fines del siglo XIX, aquella en la que se formó Bertrand Russell, y su desplazamiento hacia comienzos del siglo XX a una forma de realismo que derivó, primero en el pragmatismo de Charles Peirce y Josiah Royce, y luego en la filosofía analítica. Ambos libros muestran lucidez, erudición creativa y rigor intelectual.
Ya en 1909 Zulen había sido uno de los fundadores de la Asociación Pro Indígena, de manera que lograba combinar la finura intelectual con una genuina responsabilidad social y política. Quizá fuera Zulen el más brillante y adelantado de los filósofos peruanos de aquella época, que también albergaba a Javier Prado, Jorge Polar, Alejandro Deustua y Mariano Iberico, entre otros. Esa generación se formó en la escolástica de San Marcos, pero también en el positivismo de origen francés e inglés, con Comte y Spencer, aunque rápidamente lo abandonó para abrazar la filosofía de Bergson, que se solía denominar “espiritualismo”, “intuicionismo” o “vitalismo”. Zulen siguió ese tránsito, pero también abandonó a Bergson para interesarse por el neorrealismo de Royce, que fue la versión más temprana del pragmatismo estadounidense.
Es de suponer que si Pedro hubiera vivido el tiempo que le hubiese correspondido, habría realizado algunos de los mayores aportes a la filosofía latinoamericana del siglo XX, pero la pobreza no lo hizo posible.
YA EN 1909 ZULEN HABÍA SIDO UNO DE LOS FUNDADORES DE LA ASOCIACIÓN PRO INDÍGENA, DE MANERA QUE LOGRABA COMBINAR LA FINURA INTELECTUAL CON UNA GENUINA RESPONSABILIDAD SOCIAL Y POLÍTICA
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